sábado, 31 de enero de 2009

Todos los años se realiza el concurso de redacción de Semana Santa de Villacarrillo, entre los escolares de los diferentes colegios de la localidad.






Primer premio de redacción de Samana Santa 2001


Ahora, que el viento arrastra susurros de pasión...

Ahora, cuando las trompetas resuenan a los lejos y los tambores se pierden en el silencio...
Ahora, es cuando siento tu aliento Señor.

Preludios de la Semana de Pasión, que me traen consigo el dulce aroma a incienso y me hacen recordar las voces sobrecogedoras de los pasionistas, que rasgan el amanecer de “el Paso“.

Señor, ahora que me encuentro frente a ti, admiro tu rostro triunfante, porque triunfante entraste en Jerusalén; recibido fuiste entre palmas y ramas de olivo y te sentiste aclamado por el gentío que gritaba: ¡Viva! ¡Bendito el que viene en nombre de Dios! ¡El Rey de Israel!

Pero en estos últimos instantes contemplo como tu rostro ha cambiado. Tus facciones reflejan angustia, dolor y en tus ojos se hace presente la desesperación. Esta se manifiesta plenamente en tu sudor que es como sangre que recorre tu frente. La agonía se hace eterna, sin embargo un Ángel del cielo te reconforta. Tus manos están temblorosas, poco a poco van dejando de estarlo y cada vez menos.
Ya están flácidas y sin fuerza, mas se encuentran amarradas a una columna. Te veo sufrir de dolor, pues el flágrume de los sayones que te azotan, te desgarra la piel de la espalda. Espalda sangrienta que es cubierta con manto púrpura para soportar la cruz, tu cruz, que son todos nuestros pecados.

El pesado madero y tus pies doloridos por el camino pedregoso del calvario, caes bruscamente al suelo. Tu largo cabello oculta tu cara, aunque puedes ver la sangre que gotea de tu cabeza por las afiladas espinas de tu oscura corona.

Verónica limpia tu ensangrentada cara y esta queda inténsamente plasmada en el lienzo.

Todo culmina. Te observo inmóvil, resignado, agotado y sin vida. Clavado en la cruz de pies y manos y una profunda herida en el costado. Tu madre, María, y Juan, lloran su pena a tus pies y como narra Lucas:

“Hacia el mediodía las tinieblas cubrieron toda la tierra hasta las tres de la tarde. El sol se eclipsó y la cortina del templo se rasgó por medio. Y Jesús con fuerte voz dijo:
- Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Dijo esto y expiró.”

De pronto, una luz que me ciega. Eres Tú, Señor, que has resucitado al tercer día según las escrituras y estás subiendo al cielo. Ya puedo verte. De todas tus heridas emanan destellos de blanca luz y las nubes envuelven tu cálida figura.

Me haces sentir paz, desasosiego y a la vez una gran alegría.

Verdadero motivo de la Semana Santa, rememoración de tu Pasión, de tu Muerte y de tu Resurrección. Pasos que te representan; penitentes que te acompañan; gente que en silencio te ve pasar y solo puedo decirte:

Silencio y humildad
Sales por la puerta de Umbría
Se respira una gran emotividad
Que el clamor de las palmas romperá.

Austeridad y recogimiento
en tu desfile procesional
pues eres Tú el Cristo de la Expiración
que por nuestras calles pasas ya.

Saeta que rompe,
la mañana de Viernes Santo
Te veo salir, pasar, relevar
Escucho la voz desgarrada
de una pasión que proclama
que se acerca el momento de Expirar.

Sabor amargo a sangre
Ensangrentados tus pies
Yo quisiera acabar con tu calvario
que tanto te hace padecer
Así te siente Villacarrillo
en lo más profundo de su ser.

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